En ese momento decidí darte algo para recordar.
No habías sido aceptado en el juego. Demasiada prisa por ir al grano y no era ese el momento. Era el momento del juego, del morbo y el compartir.
A pesar de ello sentía tu mirada recorriendo y acariciando mi cuerpo como no podían hacerlo tus manos, clavada en mí, en mis gestos, en mis movimientos, en mis gemidos. Mi mirada también se desviaba hacia ti para comprobar que seguías ahí, en el rincón, sin perder detalle de cada centímetro de mi piel.
El grupo se había separado y por el rabillo del ojo comprobé que te dirigías hacia la puerta y ese fue el momento en que lo decidí.
Te miré fijamente, buscaba tu mirada. Cuando las dos se encontraron saltaron chispas. Tu mirada de deseo elevado al séptimo cielo, la mía de pura y dura provocación. Te paraste justo en el umbral de la puerta. No me mirabas, me devorabas.
Muy lentamente me bajé de la mesa. La toalla se deslizo por mi cuerpo hasta el suelo. Solo los zapatos negros de tacón rompían la monotonía de mi piel.
Me acerqué a mi pareja y sin separar mis ojos de los tuyos junté mi cuerpo al suyo. Poco a poco, muy despacio, fui bajando. Mis manos recorrían su cuerpo, los hombros, el pecho, los muslos… hasta quedar en cuclillas. Las piernas muy abiertas, la espalda erguida y mi mirada fija, como un cepo que no suelta a su presa, en la tuya.
Empecé a acariciar el sexo de mi pareja, suavemente con mimo. De mis manos pasé a utilizar mi boca y mi lengua. Cada uno de mis movimientos estaba pensado y destinado a ti.
En ningún momento nuestras miradas se desviaron. Ambas disfrutaban del momento.
Alguien tiró de ti hacia la salida. Centraste tu mirada en mis ojos y me sonreíste. Yo también te sonreí aunque para ello tuve que soltar el caramelo que tenía en mi boca. En ese momento saliste.
Yo volví a sonreír, por dentro y por fuera y me levante. Cogí a mi pareja de la mano y nos dirigimos a buscar nuevos juegos.
Cuando te volví a ver, en la barra, volvías a tener la mirada fija en cada uno de mis movimientos. Al pasar por tu lado, disimuladamente pasé mi mano por tu espalda. Esa fue nuestra despedida y algo que estoy segura recordarás durante algún tiempo.
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